Nota del editor: Esta es la primera de una serie de publicaciones de altos funcionarios del gobierno sobre la importancia de la Ley DREAM.
Este es el momento de seguir adelante con nuestro pleno respaldo de la Ley DREAM. Estamos más cerca que nunca antes y no nos vamos a dar por vencidos.
El Presidente, muchos de mis colegas del gabinete y yo hemos tenido teleconferencias, hablado con la prensa y escrito editoriales y cartas de respaldo. Seguiremos haciendo lo que sea necesario para hacer esto realidad para miles de jóvenes trabajadores y patrióticos que son líderes de sus comunidades y están buscando la oportunidad de asistir a la universidad o ponerse al servicio de nuestro país en las Fuerzas Armadas, pero que no pueden hacerlo, por motivos ajenos a ellos. El Senado tiene la oportunidad de ofrecerles a ellos y a nuestra nación un futuro más brillante al unirse de manera bipartidista para aprobar la Ley DREAM.
La noche del miércoles, la Cámara de Representantes dio un paso histórico y valiente al aprobar su versión de la Ley DREAM. Ocho republicanos se sumaron a los demócratas para ponerse por encima de la demagogia acalorada y acoger esta estrategia de sentido común. Ayer, los líderes del Senado decidieron poner de lado su versión de la Ley DREAM para considerar la medida aprobada por la Cámara de Representantes. Fue una decisión acertada. Ese no fue el fin de la Ley DREAM. Fue una maniobra precisa, la oportunidad de aprovechar el enorme ímpetu que proviene de la Cámara de Representantes.
En días próximos, el Senado abrirá la posibilidad de estudios universitarios, parte del Sueño Americano, a estos brillantes y talentosos jóvenes, de dar rienda suelta al pleno potencial de jóvenes que ponen en práctica los valores que todos los estadounidenses respetan: una estricta ética laboral, el servicio a los demás y una profunda lealtad a la patria. El resultado será una nueva generación de graduados universitarios que ayudarán a aumentar nuestra seguridad económica y un nuevo conjunto de futuros contribuyentes que aportarán mucho más como graduados universitarios de lo que jamás harían como trabajadores mal remunerados que van de un trabajo clandestino a otro. Contribuirán al desarrollo de la economía del siglo XXI.
Los estudiantes de la Ley DREAM son algunos de los mejores y más brillantes del país. Fueron criados y educados en Estados Unidos. Son los primeros de su clase, atletas de éxito, líderes comunitarios y practicantes de su religión. Envían mensajes de texto y van a los centros comerciales. Son estadounidenses en todo el sentido de la palabra. Tienen raíces profundas aquí y son fieles al país que ha sido el único hogar que han conocido. Serán nuestros futuros pediatras, maestros e ingenieros, si les damos la oportunidad. Son exactamente el tipo de joven que Estados Unidos debería recibir con los brazos abiertos.
Pero a diferencia de sus compañeros de clase, los estudiantes que se acogerían a la Ley DREAM están en una situación difícil. Va en contra del sentido básico de equidad de Estados Unidos castigar a los niños por las decisiones de sus padres. Pero miles de jóvenes se encuentran en esa posición. No podemos permitir que sigan sin hacer realidad sus aspiraciones, llevando una vida de temor y esperanzas frustradas. Necesitamos hacer algo antes de que perdamos a esta generación. Así somos los estadounidenses, en nuestros mejores momentos. Este es el momento.
Arne Duncan es secretario de Educación