Esta semana tuvimos la oportunidad de recibir a más de 100 líderes inmigrantes, funcionarios federales, estudiantes y otros en un estreno especial de Citizen USA: A 50-State Road Trip [Ciudadano EE.UU.: Un Recorrido por Carretera en 50 Estados], un documental de la cineasta Alexandra Pelosi, que enfoca estas ceremonias a través de los ojos de los inmigrantes que están tomando el juramento de ciudadanía.
Esto me trajo a la mente mi propia experiencia. Yo también soy estadounidense porque quise serlo. Más o menos. Mis padres me trajeron a Estados Unidos cuando era muy joven, así que, en práctica no tuve alternativa en el asunto. No obstante, para el momento cuando era elegible para solicitar la ciudadanía como adulto, no había duda en mi mente. Este lugar es mi hogar. Ya me sentía como estadounidense, lo único que me hacía falta era el certificado para demostrarlo.
En el documental, uno ve la extraordinaria diversidad de los inmigrantes en Estados Unidos. Entre los destacados se incluyen hombres y mujeres de alrededor de globo y de todo tipo, desde estudiantes a empresarios hasta doctores en física nuclear. Con sus historias personales, ellos recalcan lo que hace que Estados Unidos sea tan excepcional: nuestra tolerancia de toda religión, nuestro apoyo para los que tienen discapacidades para que ellos también puedan realizar su potencial, y la igualdad de derechos e igualdad de oportunidades para las mujeres. Como lo dijo uno de los entrevistados, en Estados Unidos, "el trabajo duro paga dividendos”.
Cuando llegué a Washington por primera vez como estudiante, me dijeron que no me podían aceptar como pasante en el Congreso o en la Casa Blanca porque no era ciudadano. Para un joven apasionado por el gobierno, y que se percibía como estadounidense, fue duro escuchar eso. Pero, a fin de cuentas es posible que debido a eso mi ceremonia de juramento de ciudadano en abril del 2000 fuera aún más significativa. Me dediqué a trabajar en el entorno de la política pública y con funcionarios gubernamentales. Menos de nueve años más tarde, y después de mucho trabajo duro, me estaban juramentando de nuevo, esta vez para servir al Presidente de los Estados Unidos de América. Cuando tomé ese juramento, reflexioné sobre mi propia vida. Los retos que enfrentaron mis padres como inmigrantes para mantener a mi hermana y a mí. Los esfuerzos extraordinarios de mi padre para asegurar que asistiera a la universidad. Las pasantías que sólo podía ver desde una distancia. Y la ceremonia de nacionalización que por último hizo que todo me fuera posible. Le advierto a aquellos de ustedes que no hayan visto el documental del Recorrido por Carretera en 50 Estados que les voy a contar el final… la cineasta concluye que el Sueño Estadounidense está vivo y saludable. Yo definitivamente creo que es así. No obstante, sé que a medida que procuramos perfeccionar nuestra nación, tenemos mucho trabajo duro por hacer.
Como alguien que escogió convertirse en ciudadano, me siento orgulloso de trabajar con una Administración que está haciendo progreso en materia de la integración de inmigrantes. También me siento orgulloso de trabajar para un Presidente que reconoce que, para todos nosotros que completamos el proceso, hoy en día son demasiadas las personas buenas que se pierden en un sistema de inmigración disfuncional que está fallando las necesidades económicas de Estados Unidos. El Presidente ha pedido una reforma integral repetidamente para poner fin a una política errónea gracias a la cual nuestras universidades educan a algunas de las mentes más brillantes del mundo, sólo para verlas despachadas de nuevo al extranjero tan pronto se gradúen para competir contra nosotros. El Presidente ha abogado enérgicamente a favor de los estudiantes que se parecen mucho a mí, traídos a Estados Unidos a una edad joven, que no conocen otro hogar y que están listos para contribuir al país en el cual se criaron. El Presidente ha hecho muy claro que carece de sentido mantener un sistema de inmigración disfuncional que obliga a los trabajadores inmigrantes a trabajar en las tinieblas, mientras que los negocios inescrupulosos desacatan las reglas y se salen con las suyas poniendo en desventaja a los que de hecho observan las reglas. Mientras trabajamos para renovar el Sueño Estadounidense y forjar una economía para el siglo 21, la reparación del sistema de inmigración es absolutamente imprescindible. El Día de la Ciudadanía y la Semana de la Constitución nos recuerdan que si tenemos un sistema de inmigración que funciona, el talento y energía de los inmigrantes pueden ayudar a seguir impulsando el crecimiento y prosperidad de nuestro país, al igual que los inmigrantes han hecho durante toda nuestra historia. Es por eso que Estados Unidos es excepcional.
Luis Miranda es Director de Comunicaciones de la Casa Blanca para Medios Hispanos