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Día de César Chávez: una celebración del legado de mi abuelo

Summary: 
El 31 de marzo se celebra no solo el cumpleaños de mi abuelo, César Estrada Chávez, sino también algo más importante: el espíritu de compromiso cívico y justicia social que él adoptó durante toda su vida.

Hace ochenta y ocho años, nació un hombre con un corazón, una visión y un coraje extraordinarios. El 31 de marzo se celebra no solo el cumpleaños de mi abuelo, César Estrada Chávez, sino también algo más importante: el espíritu de compromiso cívico y justicia social que él adoptó durante toda su vida.

César Chávez fue criado en un ambiente de trabajadores agrícolas migrantes que vivían en condiciones difíciles y trabajaban en los campos de cosecha. Los hombres, las mujeres y los niños recibían una paga muy escasa por un trabajo agotador en condiciones terribles. Estos trabajadores agrícolas no tenían acceso a las necesidades más simples, como agua potable, atención médica y un salario digno. Muchos vivían en casuchas diminutas de hojalata, sin electricidad, con muchas limitaciones y en condiciones malsanas. Niños crecían en un círculo vicioso de pobreza. La expectativa de vida para los trabajadores agrícolas era de 49 años.

Mi abuelo dedicó su vida a organizar a estos trabajadores marginados y a hacer que sus voces fueran escuchadas ya que por lo general solían tener demasiado miedo de abogar por su propia causa por temor a ser castigados o perder su trabajo. Y muchos de ellos lo perdieron.

Anteriormente, varios organizadores habían intentado crear sindicatos o lograr condiciones más humanas para los trabajadores agrícolas, pero desafortunadamente la mayor parte de estas iniciativas no tuvo éxito. Sin embargo, César Chávez creía en un principio que forma parte del ideario de Estados Unidos: que con trabajo duro, determinación y voluntad, nuestros sueños de lograr una sociedad más próspera y justa pueden convertirse en realidad. A pesar de la creencia ampliamente extendida de que la situación de los trabajadores agrícolas no mejoraría nunca, mi abuelo adoptó una actitud para la que acuñó la frase “Sí, se puede.” Fue una actitud contagiosa. Galvanizó a un movimiento que capturó la atención de todo el país e incluso tuvo repercusiones a nivel internacional.

Y conservó ese espíritu durante décadas, a pesar de los reveses y las dificultades. Por todas estas razones, considero que viví una infancia privilegiada: no desde el punto de vista de la riqueza material, sino desde el punto de vista de la experiencia. Rodeada de algunos de los organizadores más importantes del país, pasé mi infancia en reuniones increíbles, participé en piquetes y entregué panfletos a la salida de supermercados junto a mi abuelo. Era un trabajo duro, pero tuvimos un impacto positivo en la vida de la gente. Y eso es de lo que se trata siempre: como dijo mi abuelo en una ocasión, “no se trata de las uvas o de la lechuga, se trata siempre de la gente.”

En muchos sentidos, el espíritu de César Chávez permanece vivo y fuerte en todo el país. El hecho de que la gente se esté organizando y empleando acciones no violentas para lograr una mayor concientización del público sobre los temas fundamentales a los que nos enfrentamos como nación es un testimonio del legado que dejó mi abuelo. En la actualidad, debemos seguir peleando para asegurar que todas las personas, independientemente de su origen o de la comunidad donde viven, puedan tener acceso a una educación de calidad, un salario digno y atención médica asequible. Debemos seguir luchando por tener un sistema de inmigración que proteja a los inmigrantes de los abusos laborales y celebre las incalculables aportaciones que han hecho los inmigrantes a nuestras economías y comunidades locales. Queda mucho trabajo por hacer y el camino del progreso no es fácil, pero hemos progresado y continuaremos progresando.

En el Día de César Chávez celebramos el legado de un campeón de la justicia social y reconocemos la determinación de aquellos que continúan realizando su trabajo hoy en día. A medida que superamos los reveses y nos regocijamos al lograr victorias efectivas, es posible que las palabras de mi abuelo, César Estrada Chávez, nos sirvan de consuelo y motivación:

“Es posible llegar a desalentarse por la injusticia que vemos en todas partes. Pero Dios no nos prometió que el mundo sería humano y justo. Él nos da el don de la vida y nos permite elegir la forma en que vamos a utilizar nuestro tiempo limitado en la Tierra. Es una oportunidad extraordinaria.”