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Discurso del Director enfrente de la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas

Declaración del gobierno de Estados Unidos de América en el quincuagésimo primer periodo ordinario de sesiones de la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas

Enunciada por R. Gil Kerlikowske
Director de la Oficina de Política Nacional de Control de Drogas, Estados Unidos de Américas

9 de mayo de 2012

Gracias, señor presidente. Es un enorme placer estar aquí hoy con ustedes en representación de Estados Unidos. Esta es una reunión importante de la CICAD, poco después de la anterior sesión celebrada en Buenos Aires, donde los estados miembros conmemoraron el 25 aniversario de la organización y examinaron el futuro de las políticas de control de drogas en el hemisferio. Sin duda las conversaciones continuarán esta semana, y con un sólido historial de logros, una nueva Estrategia hemisférica sobre drogas y el Plan de acción y un sistema de evaluación considerado en todo el mundo como modelo a imitar, tenemos una base firme sobre la cual ir desarrollando este proyecto.

En Estados Unidos la administración Obama difundió en fechas recientes la Estrategia nacional de control de drogas de 2012. Nuestra Estrategia se enfoca en reducir el consumo de drogas en Estados Unidos y sus consecuencias. Reconocemos lo mucho que las drogas afectan a la salud y la seguridad de los ciudadanos del hemisferio y estamos comprometidos a poner de nuestra parte para reducir la demanda al tratar este problema como un tema de salud, y no solo un problema relacionado con el sistema penal.

Nuestra Estrategia marca un giro histórico hacia un enfoque basado en la evidencia para romper el ciclo de consumo de drogas, crimen y encarcelamiento. Hay un nuevo compromiso por parte de nuestros funcionarios de la salud y el orden público para trabajar juntos con la finalidad de derivar a los drogadictos a los servicios o programas que necesitan para recuperarse. Cuando visito las clínicas de tratamiento, charlo con personas que están allí y me hace recordar que la gente puede recibir tratamiento y puede recuperarse de la enfermedad de la adicción.

Aunque queda mucho por hacer, especialmente en lo relativo al abuso de medicamentos de venta con receta, estamos avanzando.

Cuando viajo fuera de Estados Unidos mucha gente me pregunta si nuestro país alguna vez reducirá su demanda de drogas. La respuesta es que sí. De hecho, el consumo de drogas en Estados Unidos ya se ha reducido en un tercio desde que alcanzara su punto máximo a finales de la década de 1970. Este progreso es particularmente evidente en relación con la cocaína. De acuerdo con la Encuesta nacional sobre consumo de drogas y salud, en los últimos cinco años el consumo de cocaína en Estados Unidos se ha reducido en un 40 por ciento. Esta reducción sin precedentes en el consumo total de cocaína se ha visto acompañada de tasas menores de consumo de cocaína entre los jóvenes; disminuciones importantes en la cantidad de arrestados que dan positivo en las pruebas de detección de consumo de cocaína en muchas ciudades de Estados Unidos, y reducciones históricas en la cifra de adultos que dan positivo en las pruebas de detección en el lugar de trabajo.Estas reducciones en el consumo se traducen en disminución de daño a los ciudadanos de la cocaína. De hecho, nuevos datos del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades muestran que se ha sido un 41 por ciento reducción en el numero de muertos por sobredosis de cocaínaen los Estados Unidos desde 2006.

Además, el consumo de metanfetaminas también se ha reducido en un 50 por ciento en los últimos cinco años. Este progreso es el resultado de los esfuerzos de Estados Unidos y de otros países en el hemisferio.

Naturalmente, incluso si Estados Unidos sigue reduciendo su consumo, como queremos, todavía habrá una demanda global importante de drogas como la cocaína.

El Informe mundial sobre las drogas de 2011 reveló que, mientras que el mercado de la cocaína en Estados Unidos disminuye, la cantidad de cocaína que se consume en Europa se ha duplicado en la última década. El informe revela también que el volumen y valor del mercado de la cocaína en Europa Occidental y Central ―de 33.000 millones de dólares— se aproxima al mercado de Estados Unidos, de 37.000 millones de dólares.

Todos los países de nuestro hemisferio afrontan el problema del consumo de drogas y el narcotráfico. Como ya saben ustedes por experiencia propia, a pesar de ciertas afirmaciones no existe una solución panacea para el problema mundial de las drogas.

Antes de desempeñar este cargo pasé mi carrera entera trabajando en el ámbito de la aplicación de la ley. Vi de primera mano la amenaza que las organizaciones criminales y las pandillas violentas plantean a nuestra sociedad. También reconocí ―al igual que la mayoría de los profesionales de las agencias del cumplimiento de la ley en Estados Unidos― que no podemos seguir arrestando a las personas para salir del problema de la droga. En mi trabajo de entonces, y en mi trabajo actual, he podido comprobar el valor de enfrentarse al crimen de manera inteligente y estratégica.

Por ese motivo, me complació ver el debate sobre las políticas de control de drogas durante la Cumbre de las Américas el mes pasado en Cartagena. En particular, quiero destacar algo muy importante que el presidente Santos dijo en la cumbre. Dijo:

Tenemos la obligación de ver si estamos haciendo lo mejor que podemos hacer, o si hay otras alternativas que puedan ser mucho más eficientes. […] Un lado puede ser que todos los consumidores vayan a la cárcel. En el otro extremo está la legalización. En el punto medio puede que haya políticas más prácticas.

No podríamos estar más de acuerdo con este enfoque de la ‘tercera vía’, o punto medio, con respecto a la política de control de drogas en las Américas. Al aplicar dichas políticas debemos confiar en la ciencia, no en el dogma. Debemos confiar en la investigación, no en la ideología. Por ese motivo, laEstrategia nacional de control de drogas del Presidente, difundida hace tres semanas, destaca alternativas y medidas concretas que son compasivas, eficaces y, sobre todo, tienen fundamento científico.

Permítanme citar algunos ejemplos. En la administración Obama sabemos que es importante hacer una clara distinción entre los criminales que se ven impulsados por un trastorno subyacente de drogadicción ―incluso si participan en la venta de drogas―, y los delincuentes profesionales. Para romper el ciclo del consumo de drogas y el crimen, es nuestra política que el primer grupo sea derivado a un centro de tratamiento supervisado de manera que se pueda atender el problema de salud subyacente. De hecho, todos los años derivamos a unas 120.000 personas a programas de tratamiento, en lugar de la cárcel, por medio de los tribunales de drogas en Estados Unidos.

También nos hemos dedicado a promover los programas de revisión, intervención breve y derivación al tratamiento, cuyo objetivo es ‘medicalizar’ nuestro enfoque hacia el problema de la droga al ayudar a los profesionales de salud a reconocer temprano los indicios y síntomas de la drogadicción, con la finalidad de ayudar a quienes necesitan tratamiento antes de que el problema se vuelva crónico.

La Ley de Cuidado de Salud Asequible es también revolucionaria, porque por primera vez hace que el tratamiento de la drogadicción sea una prestación obligatoria para todos los estadounidenses que sufren trastornos de drogadicción, nada menos que una revolución en la manera en que tratamos la drogadicción en Estados Unidos.

Pero no podemos parar ahí. También estamos analizando el futuro de la reforma de las políticas de control de drogas y apoyamos programas nuevos e innovadores que prometen ser útiles en la reducción del consumo y el delito. Por ejemplo, el programa de libertad condicional HOPE en Hawái combina la vigilancia estrecha con las pruebas de detección de consumo de drogas y sanciones rápidas pero breves para las infracciones, y ha logrado una reducción del 86 por ciento en las pruebas positivas entre personas que estaban en libertad condicional. También ha demostrado ser eficaz en reducir las tasas de encarcelamiento y, como parte de la Estrategia nacional de control de drogas, ahora estamos ampliando el modelo a comunidades de todo el país.

Creo que el mismo enfoque puede aplicarse al ámbito internacional. Para el primer grupo —las personas con trastornos de drogadicción que necesitan tratamiento— Estados Unidos ayuda a sus socios en el hemisferio mediante el intercambio de buenas prácticas, los programas de asistencia técnica, las reuniones profesionales y la ayuda directa para reducir la demanda.

Por esta razón, no podría estar más orgulloso de que el vicedirector para Reducción de la demanda, David Mineta, presida en la CICAD el Grupo de Expertos en Reducción de la Demanda y trabaje con los mejores expertos del hemisferio y el personal talentoso de la CICAD en el ambicioso plan del grupo.

El segundo grupo —los delincuentes importantes y las organizaciones criminales trasnacionales que causan estragos en todo el hemisferio— exige una atención diferente. Al mismo tiempo que hacemos hincapié en las soluciones de salud, reconocemos que debemos continuar llevando ante la justicia a los que amenazan la seguridad pública y nuestras instituciones democráticas. Las organizaciones criminales trasnacionales suponen un problema significativo, porque explotan a nuestros ciudadanos no sólo mediante la distribución de drogas sino también mediante la trata de personas, el contrabando,  el fraude financiero y la extorsión dondequiera que operan.

Estados Unidos se toma muy en serio nuestra responsabilidad de desbaratar y desmantelar las principales organizaciones del narcotráfico que operan dentro de nuestras fronteras. El año pasado las agencias de aplicación de la ley desmantelaron 612 organizaciones narcotraficantes de la lista Consolidada de Organizaciones Prioritarias del Secretario de Justicia, que se enfoca en las principales organizaciones narcotraficantes y organizaciones criminales violentas que operan en Estados Unidos.

Tenemos grupos tácticos que operan en todo el país para identificar y desmantelar las principales redes de distribución en Estados Unidos.

Acogemos con beneplácito el diálogo sobre las tácticas óptimas para atender la amenaza que representan las organizaciones criminales trasnacionales. Reconocemos que es apropiado examinar lo que funciona mejor, pero también reconocemos que las redes criminales trasnacionales no desaparecerían si se legalizasen las drogas.

¿Por qué? Pues porque las organizaciones criminales transnacionales no derivan todos sus ingresos de las drogas y no se desbandarían si las drogas fueran legalizadas. Son negocios diversificados, que obtienen ganancias de la trata de personas, el secuestro, la extorsión, el robo de propiedad intelectual y otros delitos. Y ninguna recaudación tributaria potencial proveniente de la legalización podría compensar jamás los costos que el aumento del consumo de drogas resultante impondría a la sociedad. Nuestras experiencias con las sustancias legales nos sirven de guía al respecto. Por ejemplo, los impuestos federales al alcohol recaudados en 2007 en Estados Unidos alcanzaron un total aproximado de 9.000 millones de dólares y los estados recaudaron unos 5.600 millones de dólares. En su conjunto, esto es menos del 10 por ciento de los más de 185.000 millones de dólares relacionados con los costos sociales del alcohol, como por ejemplo los costos de la atención de salud, la pérdida de productividad  y los gastos del sistema penal.

Desafortunadamente, no existe una solución sencilla. Pero hay un camino a seguir. Los detalles de este camino deben someterse a debate, examen y evaluación. Estados Unidos será socio activo en este debate, pero a medida que avancemos hay algunos principios básicos que son importantes para mi gobierno y que ya están integrados también en la Estrategia hemisférica sobre drogas de la OEA, de 2010, y en el Plan de acción que la CICAD aprobó el año pasado, a saber:

  • Las instituciones de justicia penal deben ser reforzadas. Esto incluye no sólo a la policía, sino también los fiscales, el poder judicial, las prisiones y los servicios de libertad condicional.
  • Las herramientas de recolección de información, análisis, protección e intercambio —inclusive el uso de informantes y las escuchas telefónicas— son esenciales para llevar a cabo investigaciones, enjuiciamientos e interceptaciones satisfactorias.
  • La extradición puede aliviar las dificultades a corto plazo en la gestión de casos contra los principales cabecillas de la droga.
  • La confiscación de activos ilícitos, el control de los precursores químicos, los programas de desarrollo alternativos, la erradicación y la interceptación pueden debilitar a los grupos criminales y reducir la disponibilidad de drogas.
  • Debe haber responsabilidad compartida con los países desarrollados que financian la pericia, capacitación y ayuda técnica pertinentes.

Debemos examinar nuestros éxitos y fracasos honestamente, y debemos ajustar nuestro enfoque según sea necesario, pero no hay necesidad de abrir las Convenciones de la ONU, que reiteramos por medio de la Declaración Política en la Comisión de Estupefacientes (2009) y que son la base de nuestra nueva Estrategia hemisférica sobre drogas y Plan de acción. Las convenciones proporcionan flexibilidad suficiente para que los países miembros apliquen enfoques nuevos y modernos, basados en la evidencia, para reducir el consumo de drogas y sus consecuencias en el siglo XXI.

Por supuesto, reconozco que responder a la amenaza que representan las organizaciones criminales trasnacionales es un desafío difícil. Estados Unidos está comprometido a una asociación estrecha con todos ustedes a medida que afrontamos esta amenaza. Y estamos igualmente comprometidos a colaborar estrechamente para ayudar a las personas que en nuestros países luchan contra la drogadicción y esperan recuperarse.

Gracias por darme la oportunidad de dirigirles estas palabras. Estaré en la reunión durante un tiempo más y espero con interés examinar cómo podemos trabajar juntos para proteger la salud y la seguridad de nuestros ciudadanos.