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The White House
Office of the Press Secretary
For Immediate Release

Declaraciones del Presidente Sobre Reforma de Wall Street

11:50 A.M. EDT

THE PRESIDENT:  Muchas gracias. Por favor tomen asiento todos. Muchas gracias. Bueno, gracias. Es un placer estar de regreso. (Aplausos.)Es un placer estar de regreso en Nueva York, es un placer estar de regreso en la Sala Mayor de Cooper Union. (Aplausos.)

Tenemos a algunos invitados especiales aquí a quienes quiero reconocer. La Congresista Carolyn Maloney está presente. (Aplausos.) El Gobernador David Paterson está presente. (Aplausos.) El Fiscal General Andrew Cuomo. (Aplausos.) El Controlador del Estado Thomas DiNapoli está presente. (Aplausos.) El Alcalde de la Ciudad de Nueva York Michael Bloomberg. (Aplausos.) El Dr. George Campbell, Jr., presidente de Cooper Union. (Aplausos.) Y todos los funcionarios de toda la ciudad que están aquí. Muchas gracias por asistir.

Es un placer estar de regreso en Cooper Union, donde varias generaciones de líderes y ciudadanos han venido a defender sus ideas y comparar sus discrepancias . También es un placer estar en la parte sur de Manhattan, a pocas cuadras de Wall Street. (Risas.) En serio es un placer estar de regreso, porque Wall Street es el corazón del sector financiero de nuestro país.
 
Desde que hablé aquí hace dos años, nuestro país ha pasado por momentos muy difíciles. Más de 8 millones de personas han perdido su trabajo. Innumerables pequeñas empresas tuvieron que cerrar. Billones de dólares en ahorros se perdieron, lo que obligó a las personas mayores a postergar su jubilación, a los jóvenes a posponer sus estudios y a los empresarios a renunciar al sueño de empezar su propio negocio. Y como nación, nos vimos obligados a tomar medidas sin precedente para rescatar al sistema financiero y a la economía en general.

Y como resultado de las decisiones que tomamos, algunas de ellas impopulares, estamos viendo indicios esperanzadores. Hace poco más de un año, estábamos perdiendo un promedio de 750,000 empleos por mes. Hoy, Estados Unidos nuevamente está generando empleos. Hace un año, la economía perdía fuerza rápidamente. Hoy, hay crecimiento económico. De hecho, hemos visto la más rápida transformación económica en cuanto al crecimiento en casi tres décadas.
 
Pero ustedes están aquí y yo estoy aquí porque queda mucho por hacer. Hasta que este progreso no sólo lo sienta Wall Street, sino también el estadounidense promedio, no podemos estar satisfechos. Hasta que millones de nuestros vecinos que buscan trabajo no puedan encontrar un empleo, hasta que las remuneraciones no aumenten a un ritmo significativo, podremos hablar de recuperación pero no nos habremos recuperado. Incluso mientras tratamos de impulsar la economía, nos corresponde reconstruirla de manera que sea más sólida que antes. No queremos una economía que tenga las mismas debilidades que llevaron a esta crisis. Eso significa abordar algunos de los problemas subyacentes que, para comenzar, llevaron a estos problemas y devastación.

Uno de los factores que más contribuyó a esta recesión fue una crisis financiera de tal gravedad que no se había visto en varias generaciones – por lo menos desde los años 1930. Y esa crisis se originó en una falta de responsabilidad, desde Wall Street a Washington, que arrasó con muchas de las firmas financieras más grandes del mundo y estuvo a punto de arrastrar a nuestra economía a una segunda Gran Depresión.
 
Mencioné esa falta de responsabilidad cuando vine a Nueva York hace más de dos años, antes de que se manifestara lo peor de la crisis. Eso fue en el 2007. Y no me satisface tener que decir que los eventos posteriores corroboraron mis comentarios. Pero repito lo que dije entonces, pues es esencial que aprendamos las lecciones de esta crisis para que no nos condenemos a repetirla. Y no nos engañemos: eso es exactamente lo que pasará si dejamos pasar este momento... y ese es un desenlace inaceptable para mí y para ustedes, el pueblo estadounidense. (Aplausos.)
 
Como dije dos años atrás en este recinto: creo en el poder del libre mercado. Creo en un sólido sector financiero que ayude a la gente a reunir capital y conseguir préstamos e invertir sus ahorros. Eso es parte de lo que ha permitido que Estados Unidos sea lo que es. Pero nunca se pretendió que el libre mercado tuviera carta blanca para hacer lo que le diera la gana, como le diera la gana. Y esto fue lo que sucedió con demasiada frecuencia en los años anteriores a la crisis. Algunos -- y permítanme ser claro, no todos -- pero algunos en Wall Street olvidaron que detrás de cada dólar invertido o prestado, hay una familia que desea comprar una casa, pagar la universidad, abrir un negocio o ahorrar para su jubilación. Lo que pasa en Wall Street tiene consecuencias reales en todo el país, en toda nuestra economía.

He hablado antes de la necesidad de sentar nuevos cimientos para el crecimiento económico en el siglo XXI. Y dada la importancia del sector financiero, la reforma de Wall Street es una parte absolutamente esencial de esos cimientos. Sin ellos, nuestra casa seguirá construida sobre arena deleznable, y las familias, empresas y la economía mundial seguirán siendo vulnerables a crisis futuras. Por eso estoy tan convencido de la necesidad de poner en vigor un conjunto de normas actualizadas y de sentido común para asegurar que Wall Street rinda cuentas y proteger a los consumidores en nuestro sistema financiero. (Aplausos.)
 
Esta es la buena noticia. Se ha aprobado un plan integral para lograr estas reformas en la Cámara de Representantes. En estos momentos, se está debatiendo una versión en el Senado, se están escuchando ideas de demócratas y republicanos. Ambos proyectos de ley representan una mejora significativa a las defectuosas normas que tenemos en la actualidad, a pesar de los acérrimos esfuerzos de los cabilderos del sector para ajustarlos a sus intereses particulares.

Y estoy seguro de que muchos de esos cabilderos trabajan para algunos de ustedes del sector financiero y que están haciendo el trabajo por el que se les pagó. Pero estoy aquí en particular hoy -- a hablar con los gigantes de la industria aquí -- porque quiero exhortarlos a que se nos unan en este esfuerzo en lugar de oponerse a él. (Aplausos.) Estoy aquí porque considero que estas reformas son, a fin de cuentas, no sólo beneficiosas para nuestro país sino beneficiosas para nuestro sector financiero. Y estoy aquí para explicarles de qué se trata la reforma y su importancia.
 
En primer lugar, el proyecto de ley que se está debatiendo en el Senado crearía lo que no teníamos antes: una manera de proteger al sistema financiero, la economía en general y a los contribuyentes estadounidenses en caso de que una gran firma financiera empiece a caer. Si hay un Lehmans o un AIG, ¿cómo podemos responder de tal manera que no resulte en que los contribuyentes tengan que pagar los platos rotos, o como alternativa, pueda resultar en el colapso del sistema entero?

Si un banco local típico se acerca a la insolvencia, tenemos un proceso, un proceso ordenado, dentro de la Corporación de Seguro Federal para Depósitos (Federal Deposit Insurance Corporation o FDIC) que asegura a los ahorristas y preserva la confianza en el sistema bancario. Y funciona. Los consumidores y contribuyentes están protegidos, y los propietarios y administradores pierden sus activos. Pero no tenemos ningún proceso que tiene como propósito contener la quiebra de una firma tipo Lehman Brothers ni de ninguna de las firmas más grandes e interconectadas de nuestro país.
 
Por eso, cuando empezó esta crisis, fue necesario tomar, con prisa y de madrugada, importantes decisiones sobre el futuro de algunas de las compañías más grandes del mundo, compañías que empleaban a decenas de miles de personas y controlaban cientos de miles de millones de dólares en activos. Por eso, para salvar a la economía entera de una catástrofe aun peor, tuvimos que hacer uso de dinero de los contribuyentes. Y aunque gran parte de ese dinero ya ha sido devuelto –y mi gobierno ha propuesto una cuota a pagar por las grandes firmas financieras para recuperar el resto– nunca se ha debido someter al pueblo estadounidense a esta situación, en primer lugar. (Aplausos.)
 
Por esta razón necesitamos un sistema que cierre estas firmas con el menor daño colateral a gente y empresas inocentes. Y desde un inicio, he insistido en que el sector financiero, y no los contribuyentes, asuman los costos en caso de que una gran compañía financiera fracase. El objetivo es asegurarnos de que los contribuyentes nunca más tengan que pagar los platos rotos porque se considera que una firma es “demasiado grande para quebrar”.
 
Bien, se está dando un debate legítimo sobre cómo se puede proteger mejor a los contribuyentes en este proceso. Y ese es un debate legítimo, y le doy la bienvenida. Pero lo que no es legítimo es insinuar que estamos permitiendo o alentando futuros rescates financieros, como algunos han afirmado. Eso tal vez suene bien en el noticiero, pero no se ajusta a los hechos. No es cierto. (Aplausos.) De hecho, el sistema actual -- el sistema actual es lo que llevó a una serie de rescates financieros masivos y costosos para los contribuyentes. Y sólo una reforma podrá evitarnos un desenlace similar en el futuro. En pocas palabras, un voto a favor de la reforma es un voto para acabar con los rescates financieros con dinero de los contribuyentes. Ésa es la verdad. Punto. Y nadie debe ser engañado en este debate. (Aplausos.)
 
A propósito, estos cambios tienen el beneficio adicional de crear incentivos dentro del sector para asegurar que ninguna compañía vuelva a ser una amenaza para la economía entera.

Con ese fin, el proyecto de ley también pondrá en vigor lo que se llama la Norma Volcker, y hay un tipo alto sentado aquí en primera fila, Paul Volcker -- (aplausos) -- de donde viene el nombre. Y hace algo bastante simple. Establece límites al tamaño de los bancos y a los tipos de riesgo que las instituciones bancarias pueden asumir. Esto no sólo será una salvaguarda para nuestro sistema en caso de crisis, sino que también hará que nuestro sistema sea más sólido y más competitivo al infundir confianza aquí a nivel nacional y a nivel mundial. Los mercados dependen de esa confianza. Los problemas de los últimos años fueron causados en parte porque, a falta de normas claras y prácticas cabales, la gente no confiaba en que nuestro sistema fuera seguro para invertir u otorgar préstamos. Y como hemos visto, eso nos perjudica a todos.

Así que al poner en vigor estas reformas, ayudaremos a asegurar que nuestro sistema financiero y nuestra economía continúen siendo la envidia del mundo. Eso es lo primero, asegurar que podamos cerrar una compañía si se mete en problemas sin dar de baja al sistema entero o forzar a los contribuyentes a cubrir el costo del rescate.

En segundo lugar, la reforma llevará nueva transparencia a muchos mercados financieros. Como saben, parte de esta crisis fue causada por firmas como AIG y otras que hacían apuestas enormes y riesgosas, usando derivativos y otros complejos instrumentos financieros sin rendir cuentas y contra todo sentido común. De hecho, muchas prácticas eran tan enmarañadas y complejas que pocos dentro de esas mismas compañías, y ninguno de los encargados de supervisarlas, estaban plenamente informados de los enormes riesgos asumidos. Eso fue lo que llevó a Warren Buffet a describir esos derivativos que se vendían y compraban con mínima supervisión como “armas financieras de destrucción masiva”. Así es como el lo dijo. Y por eso la reforma evitará los excesos y ayudará a asegurar que este tipo de transacciones tengan lugar con total transparencia.
 
Ha habido gran preocupación acerca de estos cambios. Así que deseo reiterarles esto: hay un papel legítimo para estos instrumentos financieros dentro de nuestra economía. Ayudan a minimizar los riesgos e incentivan la inversión. Y hay muchas compañías que utilizan estos instrumentos con ese fin legítimamente: para manejar el riesgo por fluctuación de precios, monedas y mercados. Por ejemplo, una empresa puede protegerse contra el aumento de precios del petróleo comprando un producto financiero que le asegure costos estables en combustibles. Así que una aerolínea puede tener un interés en fijar un precio aceptable. Se supone que los mercados deben funcionar así. El problema es que estos mercados operaban furtivamente en nuestra economía, invisibles a las entidades normativas y el público. Y la imprudencia era generalizada. El riesgo asumido se fue acumulando tanto que amenazó la totalidad del sistema financiero.
 
Y por eso estas reformas están concebidas para respetar actividades legítimas, pero evitar riesgos imprudentes. Y por eso queremos asegurar que los productos financieros como los derivativos estandarizados se negocien abiertamente, con pleno conocimiento de las empresas, inversionistas y los encargados de supervisarlas.

Me animó ver que un senador republicano se unió a los demócratas esta semana cuando se avanzó este tema. Eso es un buen indicio. (Aplausos.) Eso es un buen indicio. Pues si no actuamos, vamos a seguir viendo lo que viene a ser un operativo de apuestas con mínima supervisión y alto endeudamiento en nuestro sistema financiero, lo que pone en peligro a los contribuyentes y la economía. Y las únicas personas que deben temerle a este tipo de supervisión y transparencia son quienes cuya conducta no resistiría el escrutinio.
 
En tercer lugar, este plan pondría en vigor las mayores medidas de protección al consumidor en la historia. Esto es definitivamente necesario, pues esta crisis financiera no sólo fue el resultado de decisiones tomadas en las suites ejecutivas de Wall Street, sino el resultado de decisiones tomadas en los comedores de todo Estados Unidos, por gente que sacaba hipotecas, tarjetas de crédito y préstamos para autos. Y si bien es cierto que muchos estadounidenses asumieron obligaciones financieras que sabían, o debieron saber, que estaban fuera de su alcance, es obvio que millones de personas fueron estafadas. Los confundieron con condiciones engañosas, bien escondidas en la letra menuda.
 
Y si bien unas pocas compañías sacaron gran provecho de explotar a sus clientes, toda la economía quedó más vulnerable. Millones de personas perdieron su casa, y decenas de millones sufrieron la devaluación de su vivienda. Casi todos los sectores de nuestra economía han sentido el golpe: quienes pavimentan senderos en Arizona o venden casas en Ohio, quienes remodelan viviendas en California o quienes usan su propiedad inmobiliaria como colateral para empezar una pequeña empresa en Florida.

Por eso debemos brindarles a los consumidores más protección y poder en nuestro sistema financiero. No es cuestión de reprimir la competencia ni innovación. Todo lo contrario: con una agencia dedicada a formular normas básicas y velar por los intereses de la gente promedio en nuestro sistema financiero, les daremos poder a los consumidores con información clara y concisa cuando tomen decisiones financieras. En vez de competir para ofrecer productos confusos, las empresas competirán como se solía hacer: ofreciendo mejores productos. Eso significará más opciones para los consumidores, más oportunidades para las empresas y más estabilidad en nuestro sistema financiero. Y a no ser que su modelo comercial dependa de estafar a la gente, no hay por qué temerles a estas normas. (Aplausos.)

En cuarto lugar, el último elemento clave de la reforma. Estas reformas de Wall Street les darán a los accionistas renovado poder en el sistema financiero. Podrán expresar su opinión sobre remuneraciones: tendrán voz y voto con respecto a los salarios y bonificaciones otorgados a los altos ejecutivos. Y la Comisión de Bolsa y Valores (Securities and Exchange Commission o SEC) tendrá la autoridad de darles a los accionistas más influencia en las elecciones empresariales, para que los inversionistas y jubilados tengan un papel más importante en determinar quién administra las compañías en las que han invertido sus ahorros.

Ahora, los estadounidenses no envidian el éxito cuando la persona se ha hecho merecedora de dicho éxito. Pero cuando nos enteramos en el pasado, o a veces en el presente, de las enormes bonificaciones otorgadas a los ejecutivos de las firmas incluso mientras cuentan con la asistencia de los contribuyentes, o están tomando grandes riesgos que amenazan al sistema entero, o no le va bien a su compañía, lo sentimos como una afrenta a nuestros valores fundamentales.

No sólo eso; algunos de los salarios y bonificaciones que hemos visto crearon incentivos malsanos para asumir riesgos imprudentes que llevaron a la crisis. Es lo que contribuyó a que se prestara atención incesante al próximo trimestre de la empresa, en detrimento del próximo año o década. Y llevó a una situación en que las personas que tienen más que perder –accionistas y titulares de planes de pensión– tenían la menor influencia en el proceso. Eso debe cambiar. (Aplausos.)

Terminaré diciendo lo siguiente: He presentado un conjunto de reformas para Wall Street. Son reformas que pondrán fin a los planes de rescate financiados por los contribuyentes; que sacarán a la luz los complejos tratos financieros; que protegerán a los consumidores y les darán a los accionistas más poder en el sistema financiero. Pero también necesitamos una reforma en Washington. (Aplausos.) Y el debate sobre estos cambios es perfecto ejemplo de ello.

Digo, hemos visto a ejércitos de cabilderos del sector financiero abalanzándose sobre el Capitolio, mientras las firmas gastan millones para influenciar el resultado de este debate. Hemos visto argumentos engañosos y ataques cuyo propósito no es mejorar el proyecto de ley sino debilitarlo o acabar con él. Y hemos visto que el proceso respaldado por ambos partidos sucumbía a la presión de estas fuerzas intimidantes, a pesar de plantear una propuesta que es, al decir de todos, un enfoque con sentido común, sensato, no ideológico para combatir los problemas fundamentales que llevaron a los problemas en nuestro sector financiero y eventualmente en toda nuestra economía.

Así que hemos visto lo mismo de siempre en Washington, pero pienso que podemos y debemos poner este tipo de política cínica de lado. Tenemos que ponerle fin. Por eso estoy aquí hoy. (Aplausos.) Por eso estoy aquí hoy.

Y para quienes forman parte del sector financiero, permítanme decir, no siempre estaremos de acuerdo. No siempre estaremos de acuerdo. Pero eso no significa que debemos escoger entre dos extremos. No tenemos que escoger entre un mercado sin la más mínima medida de protección contra una crisis, y un mercado abrumado por normas onerosas que reducen la iniciativa e innovación. Ésa es una opción falsa. Y no necesitamos más prueba que la crisis por la que acabamos de pasar.

Ven, siempre ha existido tensión entre el deseo de permitir que el mercado funcione sin interferencia y la necesidad innegable de normas para evitar que el mercado pierda el equilibrio. Pero controlar esa tensión, sobre la cual debatimos desde nuestra fundación, es lo que ha permitido que nuestro país se adapte a un mundo en permanente evolución. Al acometer este debate, al determinar cómo aplicar nuestros principios sometidos a prueba en cada nueva era, nos aseguramos de no inclinarnos demasiado a un extremo o el otro, y que nuestra democracia siga siendo tan dinámica, y nuestra economía siga siendo tan dinámica como lo ha sido en el pasado. Sí, el debate puede ser contencioso. Puede ser acalorado. Pero a fin de cuentas, sirve para que nuestro país sea mejor. Nos ha permitido adaptarnos y prosperar.

Y leí un reportaje recientemente que pienso que es muy buen ejemplo de esto. Es de la revista Time. Y cito: “Por los grandes bancos de Manhattan la semana pasada corrió una alarma generalizada. Los grandes banqueros se miraron unos a los otros con ira y asombro. Un proyecto de ley recién aprobado… impondría a sus instituciones lo que consideraban un sistema monstruoso… Tal sistema, a su parecer, no sólo los privaría del orgullo en su profesión, sino que reduciría toda la banca de Estados Unidos a su más bajo nivel”. Eso salió en la revista Time… en junio de 1933. (Risas y aplausos.) ¿El sistema que causó tanta preocupación y consternación? La Federal Deposit Insurance Corporation –la FDIC– una institución que ha protegido exitosamente los depósitos de varias generaciones de estadounidenses.

A fin de cuentas, nuestro sistema sólo funciona –nuestros mercados sólo son verdaderamente libres– cuando hay protecciones básicas para evitar el abuso, refrenar los excesos, y asegurar que sea más rentable actuar conforme a las normas que tratar de burlar el sistema. Y eso es lo que se pretende lograr con estas normas: ni más ni menos. Porque así aseguraremos que nuestra economía funcione a favor de los consumidores, que funcione a favor de los inversionistas, que funcione a favor de las instituciones financieras… en otras palabras que funcione para todos nosotros. Por eso estamos trabajando tanto para lograr que se apruebe esto.

Ésa es la lección básica no sólo de esta crisis sino de nuestra historia. Es lo que dije cuando hablé aquí hace dos años. Porque a fin de cuentas, no hay línea divisoria entre nuestro destino y el de Wall Street. Nos levantamos o caemos juntos como una nación. (Aplausos.) Por lo tanto, los insto a que se sumen a mí. Los insto a que se sumen a mí, a que se sumen a quienes procuran que se aprueben reformas de sentido común. Y para quienes trabajan en el sector financiero, los insto a que lo hagan no sólo porque le conviene a su sector, sino porque le conviene a su país.

Muchas gracias. Que Dios los bendiga. Y que Dios bendiga a Estados Unidos de Norteamérica. Gracias. (Aplausos.)

                                       FIN                                12:16 P.M. EDT